domingo, 19 de septiembre de 2010

No Impact Man

Colin Beavan es un neoyorquino que se sentía muy culpable por estar colaborando a que los osos polares se queden sin polo y decidió tirarse un año sin generar basura, sin usar electricidad y sin emitir CO2. Llamó a su proyecto "No Impact Man" y arrastró a su mujer y a su hija de dos años con él. Después escribió un libro que me estoy leyendo ahora y que recomiendo a todo el mundo mundial (eso significa que me está gustando mucho).

Beavan no sermonea, no se cree superior moralmente, y no es un plasta. Al contrario, escribe sin ningún pudor sobre sus meteduras de pata, sus enfados, sus defectos, hace bromas sobre las broncas con su mujer y se ríe de su propia obstinación. Al mismo tiempo, reflexiona sobre lo que significa la felicidad para él, aprende muchas cosas interesantes y se pregunta a dónde quiere llevar su vida.

Se supone que es un libro ecologista, pero hacía tiempo que no aprendía tanto de un libro no budista.

Ayer leí esto: "Un día de esa semana pensé en llevar a Isabella [su hija de dos años] al parque. Iba a mi lado, correteando como un pato por la acera. Cuando no habíamos avanzado ni media manzana, se detuvo a jugar con una cadenita que colgaba de una boca de incendios: le daba toquecitos con un dedo para que se balanceara hacia delante y hacia atrás, esperaba pacientemente a que se quedara parada y volvía a golpearla con el dedo, fascinada. Traté de tirar de ella para darnos prisa en llegar al parque.
Empezó a llorar.
Yo accedí, y ella se volvió hacia la cadena y la siguió columpiando, mirando con paciencia cómo se mecía de un lado a otro hasta quedarse quieta, y entonces volvía a golpearla con el dedo. Yo quería que nos diéramos prisa en llegar al parque para comenzar a divertirnos. Tardé un buen rato en darme cuenta de que Isabella ya se lo estaba pasando bien".

Hoy me he despertado y, tras lavarme la cara, he mirado rápidamente al reloj para ver cuánto tiempo tenía para meditar antes de comer (me he levantado a la una de la tarde): he pensado en desayunar y hacer los ejercicios del brazo muy rápido para tener más tiempo para la sentada. Luego me he dado cuenta de lo estúpido que estaba siendo. Cada momento es una oportunidad para meditar, ¿por qué no lo aprovechaba?

1 comentario:

  1. porque muchas veces solo pensamos en todo lo que tenemos que hacer...
    y no disfrutamos, ni valoramos todo lo que nos va sucediendo en ese tiempo que consideramos "perdido"

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