martes, 22 de diciembre de 2009

Dolor y sufrimiento


Desde que empecé a practicar budismo, he hecho una distinción clara entre el dolor físico y el dolor o sufrimiento mental. El dolor físico es una algo inherente a la vida humana, y que siempre nos va a acompañar (hasta nuestra muerte, claro): todos enfermaremos, nos haremos viejos, nos dolerá el lumbago y acabaremos muertos.

El sufrimiento mental, sin embargo, no es inevitable. O eso dice el Buda (y yo me lo creo). Con mucho entrenamiento, uno puede acabar viendo las causas de ese sufrimiento y deshacerse de ellas, alcanzando el famoso "Nirvana".

Pero, a veces, esa distinción parace muy sutil. ¿Cuál es la diferencia entre el dolor corporal que sientes cuando tienes 40º de fiebre y el sentimiento de ser miserable que suele conllevar? ¿O entre el dolor de cabeza y las ganas de llorar y dejar de vivir que le acompaña a veces? Cuando enfermo, sufro mentalmente: me frustro, me siento impotente, me castigo, me quiero morir. Entonces, si la enfermedad es algo inevitable, ¿cómo podemos salir del sufrimiento asociado a ella?

He observado que, si miro atentamente cuando me duele algo, puedo llegar a distinguir claramente qué es dolor (o sensación) física, y qué es sufrimiento mental. Al distinguirlos, puedo tratar el sufrimiento como hago con el resto de emociones, y librarme de él, mientras el dolor físico persiste. Así, soy feliz a pesar de que mi cuerpo chilla de dolor. El problema de esto es que, cuando el dolor es muy fuerte, me resulta difícil concentrarme lo suficiente como para soltar el sufrimiento. Pero habrá que seguir entrenando.

En un retiro me contaron que Ajahn Maha Boowa (el de la foto), un monje tailandés que se considera que está "iluminado", se tiraba meditando durante horas y horas y horas, hasta que casi todo el cuerpo le dolía, y observaba lo qué pasaba, hasta que consiguió discernir claramente que una cosa era el cuerpo que recibía un estímulo, otra era la sensación que se generaba, y otra distinta la mente que experimentaba ese dolor. Parece un entrenamiento muy bruto, pero creo que es bastante aplicable a la vida diaria, cuando el dolor de la enfermedad nos abruma y no sabemos qué hacer.

No se me ocurre otra cosa que hacer.

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